El contrabando de cigarrillos es un negocio redondo. No solo puede representar para los contrabandistas una rentabilidad cercana al 700 %, sino que también es poco arriesgado. A diferencia del narcotráfico, los cigarrillos ilegales no despiertan el interés de las autoridades estadounidenses y las colombianas tienen muy pocas capacidades para controlar el fenómeno. Además, como demuestra el caso de Papá Pitufo, los contrabandistas suelen operar en complicidad, en las aduanas y carreteras, con quienes tendrían que combatirlos.